La alquimia en su esencia más pura es la práctica de la transformación del alma. Como el capullo hace a la mariposa, la alquimia transforma a la piedra de nuestro yo primitivo en el oro de la realización espiritual.
A veces la transformación tiene que ocurrir en nuestro interior para que se manifiesten los cambios externos que tanto anhelamos. Ciertas situaciones pueden requerir ajustes radicales y en un reordenamiento de ideas encontrar la salida adecuada para seguir adelante.
Es posible que las cosas no siempre salgan como se tenían planeadas. Sin embargo, cuando se ha caminado muchas leguas por la vida, la experiencia nos hace mirar atrás para enseñarnos que quizás no ocurrió lo que esperábamos pero sí lo que necesitábamos. Cuando transitamos por un proceso alquímico, comienzan a pasar cosas que nos mueven a nivel interno y externo, las emociones parecieran transformarse en miles de gotas de lluvia que golpean con fuerza en su torbellino a nuestro acorazado sistema de creencias. Los cambios florecen en cada decisión que tomamos y ya no volvemos a ser los mismos al percibir la existencia de una forma distinta. La transformación interna se hace manifiesta para el mayor bien en nuestra vida.