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El poder de las flores en la armonización de las emociones

Hemos visto con gran admiración cómo en lugares áridos crecen los cardones y el cují a pesar del sol inclemente y la escasez del agua. En contraste, pantanos oscuros y húmedos dan cobijo a un ejemplo de fortaleza y belleza: la flor de loto que adorna en solitario los parajes más sombríos del planeta.


La enorme capacidad que tienen las plantas de adaptarse a su medio ambiente desde los sitios más húmedos hasta los más inhóspitos hace que sus órganos de reproducción, las flores, contengan la información energética y bioquímica a nivel molecular de adaptabilidad y comportamiento de la planta para vivir armónicamente en su entorno. La flor es la máxima expresión de la energía de las plantas, es la representación de su vitalidad y como todos los seres vivos, posee un campo energético que va desde su interior y que sobresale de ella en forma armónica y particular, porque cada flor es única. La flor se comporta como una recolectora de la energía que proviene del cosmos, en especial la del sol, a través del aire, y las energías de la tierra, a través de la raíz integrando así las energías del cielo y la tierra, de esta manera una cualidad energética que es característica de cada flor, es transferida al agua en el momento de la preparación de la esencia floral. La esencia floral es la esencia vital de la planta, al recibir las esencias florales estamos recibiendo su energía. De allí que las flores en solución acuosa bajo estimulación con una fuente de energía (calor, luz solar, etc) transfieran esa información a las moléculas de agua que las mantiene en suspensión. Al pasar al estado líquido, la información fluye de forma vibracional, impregnando el agua de la fuerza energética de diversas sustancias bioquímicas responsables de la adaptación armónica de la planta en su ambiente. La solución resultante se conoce cómo esencia floral, la cual al entrar en contacto con el organismo del individuo permite abrir conciencia para comprender el porque estamos pasando por ciertos procesos en nuestro camino de vida, eliminando tensiones, liberándonos de nuestras autolimitaciones y llevándonos de forma gradual a una conducta armónica a medida que alcanzamos el balance a nivel físico, emocional y mental.

En el siglo XVI, Paracelso, quién desarrolló las bases de la farmacología, la bioquímica y la medicina modernas, escribió: “La quinta esencia es aquello que se extrae de una sustancia, de todas las plantas y de todo lo que tiene vida…la inherencia de una cosa, su naturaleza, poder, virtud y eficacia curativa”, para él un remedio curativo era la quintaesencia de una sustancia natural. 

En el siglo pasado, específicamente en los años 30, un médico inmunólogo y homeópata Gales, el Dr Edgard Bach, consigue elaborar 38 esencias florales y articular un método de trabajo con las flores que pudiera ser utilizado incluso por aquella persona no iniciada en los usos médicos. Bach creía que las esencias florales: “inundan nuestras naturalezas con la virtud particular que necesitamos, lavando los defectos que nos hacen daño”. Las esencias florales hablan a la conciencia del hombre, siempre y cuando este sea capaz de conectarse consigo mismo para escuchar el mensaje transformador y liberador de la flor; entendiendo que “la esencia de la vida es el amor y la mayor contribución del hombre a la vida en la tierra es amar”.

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